viernes, 14 de septiembre de 2012

GAZCUE ENTRE EL AMOR Y EL DOLOR


GAZCUE ENTRE EL AMOR Y EL DOLOR
A RE Í TO, 8 Sábado 3 de m a r zo H OY
DELIA BLANCO De señal a señal WILSON MORFE
De señal a señal

Gazcue se extiende hacia el mar en una perspectiva de calles que desembocan en el Malecón cubiertas de frondas verdosas, salpicadas de un desfiladero de arboledas improvisadas. Las ceibas, los almendros tropicales, las amapolas y las carolinas se imponen bajo el asombro y la anarquía, pues hace más de cien años que lo que en el pasado fue una hacienda, se convirtió poco a poco en una zona especial y escogida por familias amantes de la naturaleza y de la arquitectura familiar que le dieron a esta zona urbana todas las cualidades de un paraíso escogido por familias de bien que ya tenían a partir  del siglo XX una alta idea y visión de la vida urbana
La aristocracia de Gazcue no viene de ningún escudo ni Plaza de Armas, pero sí de la determinación y buen gusto de quienes entendieron antes de las modas ecológicas, y mucho antes de la tan referida cultura urbana, que una ciudad es un conjunto de valores de convivencia y vivencias espaciales que determinan el carácter y las características de una ciudad. Muchos envidiaron vivir en Gazcue, pues entendían que en la inmensidad del piso urbano, en este pedacito de ciudad, se preservarían los valores ancestrales del buen vecindario, del paisajismo, de la botánica, de la flora y de la floresta, para nunca permitir que se estableciera una frontera inhumana entre naturaleza y ciudad.
Las casas de Gazcue son exclusivas y responden cada una de ellas al toque y a la personalidad que le quiso sellar cada una de las familias propietarias, pero también, responden a la libertad de ejecución de cada arquitecto e ingeniero que todavía en los primeros años del siglo XX dibujaban y construían con la libertad de la locura heredada del genio mayor de la edificación: Antonio Gaudi. Este aspecto lo podemos encontrar en la Villa Hena, también llamada Casa de las Raíces, ubicada en la calle Doctor Delgado, resultado de las influencias traídas por hombres y mujeres que produjeron una maravillosa estructura, siendo esta una muestra incomparada del art nouveau. Dice la historia que fue propiedad de un ingeniero civil de origen vegano de nombre Zoilo Hermógenes García Peña, y que la bautizó con el nombre de Villa Hena en honor a una de sus hijas. Este vegano supo utilizar a Jaime Malla Salon, originario de la migración catalana.
Dicha casa considerada hoy patrimonio nacional concentra en ella la filosofía de Gazcue, un dialogo vegetal entre arquitectura y paisajismo. Esto, debió de haber sido siempre el sello noble de esta zona. Mantener la tradición con espíritu de nobleza como resalta la antigua residencia de Virgilio Pimentel construida en 1930, ubicada en el No.30 de la calle Doctor Báez, conservando todavía su señorío, en la actualidad propiedad de la distinguida arquitecta Gladys Franjul, fiel conservadora de la exquisitez mozárabe post-moderna de esta residencia.
El asombro se multiplica al penetrar a la intimidad de cada una de estas ocurrencias arquitectónicas, como puede serlo la antigua residencia Laneza, ubicada en la esquina de la César Nicolás Penson con Félix María Delmonte, obra del arquitecto Amable Frómeta y del ingeniero Virgilio Bernal.

Casi todas las residencias de Gazcue lucen escaleras externas de geometría y trazo popular, pero, edificadas con los materiales modernos, tales como hormigón, cerámicas españolas, pasamanos italianos y pisos de azulejos, todas con unos aires de cinemascope, que nos recuerdan la llegada de Clark Gable corriendo por las escaleras de la residencia de Scarlett O´Hara, en la película “Lo que el viento se llevó”. Pueden hacer la experiencia para verlo en  pantalla, si visitan la Casa Pensó, construida en 1910, ubicada en la Doctor Delgado.
Podríamos extasiarnos de amor, casa por casa, pues las conocemos a través de caminatas diarias, de madrugada y de atardecer, pero, este amor, sale resentido y dolido, indignado y rebelde, cuando en la mayoría de las esquinas del Gazcue de hoy, maltratado por el abandono del cuidado urbano de las autoridades municipales y del medio ambiente, vemos hoy aceras enteras agrietadas, tuberías y fuentes rotas, alambrados pegados de arboledas, expuestos a provocar en cualquier momento, cortocircuitos de alta peligrosidad. Este mismo dolor se hace rebeldía cuando tenemos intervenidos los derechos de la ciudadanía y de la convivencia entre vecinos cuando en el Gazcue de hoy se profana y se insulta a sus habitantes, bajo el irrespeto de la convención del plano urbano que no permite que en esta zona se construyan edificios de más de 4 plantas.
Venimos sufriendo por años, viendo cómo de cada lado de la avenida Bolívar levantan torres; pero nunca hemos pensado que en las calles de las entrañas profundas del centro de Gazcue, de sus calles más simbólicas, donde habitan y residen familias de honor, ciudadanos conscientes, envejecientes respetables, profesionales de clase media que ejercen las leyes, la educación y la ciencia de la educación, a diario aparezcan monstruosos edificios, que ya en la calle Benito Monción esquina la conocida calle Santiago, se levante un doble condominio de 6 pisos, y que apenas a unos 100 metros más adelante en el terreno de la casa que perteneció a la familia Cueli, se estén instalando las fundaciones de un condominio cuya cantidad de pisos no se confiesa, pero, que ya todo el mundo sabe que serán más de cuatro pisos.
Esta situación es una provocación a ciudadanos/ as de bien, que han escogido vivir en la calle Padre Boil, traer sus hijos al Colegio Babeque, participar de las enseñanzas artísticas y creativas del remozado Palacio de Bellas Artes. Entonces, cuáles son los planes… y cuáles son las ambiciones de los responsables municipales y congresionales para que la ciudad de Santo Domingo sea respetada en la gran variedad de zonas urbanas y residenciales que siendo valoradas cada una por sus características contribuyan a la paz ciudadana, al bienestar de la población urbana. Hoy día es imposible discernir quién daría la cara para llevar un proyecto democrático que entienda y acepte que no hay progreso social ni convivencia si los moradores de una ciudad no se sienten en armonía, en paz y apoyados por sus representantes en los cabildos, en la asamblea nacional y en cualquier estamento público que vele por estos principios.
No basta con defender y desarrollar la Zona Colonial, Ciudad Nueva y quizás, sectores del antojo de los ministros de turno, de Cultura, Medio Ambiente, y de los alcaldes. Se debe ahora llamar a una reflexión y acción sobre todos los proyectos y planes maestros urbanos que no se estén implementando o, peor aún, que estén fuera del cumplimiento de las leyes. Por lo señalado, el caso de Gazcue es un ejemplo patético que requiere de la intervención inmediata de las autoridades competentes, para evitar que se siga destruyendo un patrimonio de tanta importancia.
Finalmente, mi amor por Gazcue ha sido estimulado por mi amiga Marcelle O. Pérez Brown, quien nació y vivirá hasta el final de sus días en esta zona, y quien es una luchadora por la preservación de la integridad arquitectónica de la misma, donde hace un siglo se asentaron selectas familias dominicanas, así como inmigrantes dotados de mucho conocimiento, cultura y pasión por el medio ambiente. Marcelle, ha publicado bajo el fondo de colección del Banco Central de la R.D. la segunda edición de su importante libro “Gazcue, Jardín Urbano”, dedicado a la memoria de su padre el arquitecto Octavio Pérez Garrido, uno de los constructores de esta hermosa zona, y también, dedicado a Jochi Russo y doña María Ugarte, ambos orientadores y estimuladores para lograr que ella nos legara este invaluable aporte.
Invito a los y las lectoras a buscar esta obra que disfrutarán y le enseñarán a amar, cuidar y defender –aún más- sus zonas, sus barrios, sus espacios.
DELIA BLANCO De señal a señal WILSON MORFE

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