domingo, 28 de septiembre de 2014

Monasterio de San Juan de la Peña


Monasterio de San Juan de la Peña

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                                                         Introducción


Algunas arquerías del inefable claustro de San Juan de la Peña
Enclavado en la ladera 
norte de la sierra del mismo nombre y constituyendo un balcón privilegiado orientado hacia las escarpadas cumbres pirenaicas, el Real Monasterio de San Juan de la Peña se ubica a unos 20 kilómetros al suroeste de Jaca, desde donde es posible acceder a través de Santa Cruz de la Serós, población de la que parte un ramal asfaltado tan curvilíneo como pintoresco que conduce a los monasterios.
Conjunto del Monasterio Viejo
Y decimos "monasterios" en plural porque, efectivamente, dos son los establecimientos monásticos que, bajo la advocación de San Juan, fueron fundados en este recóndito rincón prepirenaico: uno altomedieval al abrigo de un enorme peñón que centrará principalmente nuestra atención; y un segundo levantado unos cientos de metros más arriba entre los siglos XVII y XVIII como consecuencia del pavoroso incendio que, un 24 de febrero de 1675, asoló el monasterio bajo.
Situado igualmente a los pies del Camino de Santiago Aragonés, el Real Monasterio de San Juan de la Peña es, en la actualidad, uno de los monumentos peninsulares que más visitantes atrae tanto por su interés histórico - artístico, como por la inigualable belleza de su emplazamiento y de sus paisajes circundantes

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Claustro de San Juan de la Peña: capitel con el milagro en las Bodas de Caná








































Historia
Más allá de relatos legendarios que atribuyen los orígenes de San Juan de la Peña a un episodio milagroso acaecido en el siglo VIII en el que el joven Voto, tras caer por un acantilado persiguiendo un ciervo, fue a dar con una cueva en la que yacía el cuerpo sin vida del eremita Juan de Atarés; lo cierto es que el paraje en que se sitúa el monasterio parece más que propicio para que, durante los primeros siglos de Reconquista, constituyese un escenario idóneo para el retiro de eremitas y anacoretas, germen del primer monacato medieval.
Pese a referencias algo nebulosas que hablan de cierta actividad en torno a San Juan de la Peña durante la novena centuria, lo cierto es que hay que esperar a principios del siglo X (año 920) para encontrar las primeras noticias documentales que hablan de una primigenia consagración del cenobio pinatense, convirtiéndose desde entonces en uno de los centros monásticos de referencia para los reyes navarros y aragoneses.
Arco de herradura prerrománico
Abandonado probablemente durante los últimos años del siglo X, es durante la tercera década del XI cuando, bajo el reinado de Sancho el Mayor de Navarra, el monasterio es de nuevo revitalizado con la introducción de la regla benedictina, siendo también ampliado en sus equipamientos. Sin embargo, uno de los momentos claves en el devenir histórico del cenobio pinatense es 1071, fecha en que el monarca Sancho Ramírez, amén de ampliar el monasterio con la erección de un segundo nivel, introduce por primera vez en la Península Ibérica el rito romano en perjuicio de la liturgia hispano visigoda hasta entonces imperante.
De este modo, el Monasterio de San Juan de la Peña se convirtió desde los años finales del siglo XI y durante todo el XII en una de las plazas de referencia para la monarquía aragonesa, desempeñando incluso la función de panteón real.
Claustro de San Juan de la Peña, bajo la gigantesca roca donde se asienta
A partir de finales del siglo XII y sobre todo durante todo el XIII, el cenobio iniciaría un lento proceso de decadencia, justificado principalmente porque con las conquistas y el avance cristiano hacia el sur, el foco de influencia y de poder político se desplazó desde el abrupto Pirineo hacia el área del valle del Ebro, siendo por consiguiente cenobios como Veruela, Poblet, Rueda o Piedra los que pasarían a convertirse en los predilectos de los monarcas.
El Monasterio de San Juan de la Peña se encuentra ubicado en un lugar de extraordinaria belleza
Así pues, toda la Baja Edad Media será para San Juan de la Peña un periodo de largo ostracismo, sobreviviendo y manteniéndose viva la comunidad monacal en condiciones de extrema humildad hasta que, en 1675, el más devastador incendio de cuantos consta que asolaron el monasterio, motivó el traslado de la comunidad a un nuevo cenobio barroco levantado unos cientos de metros más arriba, concretamente en la llamada Pradera de San Indalecio.
Tras la invasión francesa y, sobre todo, tras la Desamortización, ambos monasterios quedarían abandonados, siendo posteriormente declarados Monumento Nacional en 1923 y 1889 respectivamente, procediéndose a su restauración y adecuación para el turismo, existiendo en la actualidad un centro de interpretación, una hospedería e incluso un pequeño museo.
El Real Monasterio de San Juan de la Peña o "Monasterio Viejo"
El primer monasterio de San Juan de la Peña, conocido popularmente como "el viejo" o "el de abajo", se acomoda al abrigo de un imponente peñón rocoso que, como a continuación observaremos, condiciona decisivamente su morfología.
Iglesias y claustro del Monasterio Viejo de San Juan de la Peña
El conjunto monacal queda dividido en dos niveles en altura: uno inferior en el que encontramos la primitiva iglesia mozárabe junto a la mal llamada Sala de los Concilios; y uno superior en el que, sobre el propio templo bajo, se acomoda una segunda iglesia, el panteón real, el celebérrimo claustro, así como una serie de dependencias monacales anejas.
La iglesia inferior
Dedicada a los santos Julián y Basilisa, la iglesia inferior del Monasterio de San Juan de la Peña es el más antiguo testimonio conservado del cenobio pinatense, remontándose su consagración a nada menos que el año 920.
Por encontrarse semiexcavada en la roca y debiendo acomodarse forzosamente a ella, presenta la particularidad de no respetar la tradicional orientación canónica de los templos cristianos peninsulares.
Una de las naves de la iglesia inferior
Consta de dos cortísimas naves separadas por dos arcadas de medio punto doveladas que descansan sobre un potente pilar central. Ambas naves, a través de otros dos arcos de medio punto, desembocan en sendos ábsides cuadrangulares de nicho central literalmente excavados en la roca viva, quedando comunicados entre sí a través de un pequeño ventanal de falsa herradura.
Cabecera de la iglesia inferior  o vieja
A los pies de la primitiva nave lateral izquierda mozárabe, abre un sencillo vano peraltado que en la actualidad comunica con la Sala de los Concilios pero que, originalmente, pudo cumplir la función de acceso principal al oratorio.
En una segunda fase constructiva, coincidente probablemente con el reinado de Sancho el Mayor, la primitiva iglesia mozárabe fue ampliada mediante la prolongación hacia los pies de sus dos naves, las cuales, comunicadas a través de escaleras, quedan a un nivel ligeramente inferior respecto a la cabecera.
También en tiempos del románico fue desplegado en los muros y bóvedas de la cabecera mozárabe un amplio programa iconográfico basado en la vida y martirio de los santos Cosme y Damián. Lamentablemente este programa pictórico, cuya ejecución se atribuye a una mano próxima a la del taller del Panteón de San Isidoro de León, se encuentra muy perdido a día de hoy.
Sala de los Concilios
Contigua a la iglesia inferior y comunicada por el vano peraltado anteriormente descrito, se encuentra la conocida como Sala de los Concilios, una denominación basada en la errónea teoría de fue escenario de un concilio a mediados del siglo XI.
Su construcción, contemporánea a la ampliación románica de la iglesia inferior, estaría destinada a albergar los dormitorios de los monjes, conservándose incluso horadados en la pared varios enterramientos.
La estancia, accesible también desde el exterior a través de unas escaleras, presenta una planta trapezoidal, quedando dividido el espacio interior en ocho tramos (cuatro a dos) separados por arcos rebajados y cubiertos por bóvedas independientes de cañón que van a apear sobre tres recios pilarones centrales de planta cruciforme.
Arcos y bóvedas del dormitorio de los monjes, antes considerado como la Sala de los Concilios
La iglesia superior
Situada justo sobre la primitiva iglesia mozárabe, la iglesia superior fue edificada en dos etapas: una primera encuadrable cronológicamente en el reinado de Sancho el Mayor, de la que tan sólo se conserva un lienzo hacia el costado de la epístola; y una segunda que correspondería a la actual fábrica que, promovida por el rey Sancho Ramírez, fue definitivamente consagrada a finales del siglo XI, concretamente, en el año 1094.
El espacio de la iglesia superior queda definido mediante una amplia y diáfana nave de tres tramos separados por fajones de medio punto que, al alcanzar la altura de la roca, acusa un marcado ensanchamiento en el último tramo previo a la cabecera, la cual se encuentra literalmente excavada en la roca a considerable profundidad respecto a la iglesia inferior.
Cabecera de la iglesia superior
Consta dicha cabecera de tres ábsides de planta semicircular cubiertos con bóvedas de cuarto de esfera precedidas de brevísimos tramos rectos con bóveda de cañón, siendo ligeramente de mayor tamaño el altar central, dedicado a San Juan, respecto a los dos laterales, bajo la advocación respectivamente de San Miguel y San Clemente.
La triple cabecera, recorrida horizontalmente por una línea de imposta ajedrezada, queda articulada al interior en su registro bajo mediante arquillos ciegos de medio punto sobre columnas y capiteles de gran sencillez. Llama igualmente la atención que las dos absidiolas laterales quedan comunicadas con la central a través de angostos arquillos de medio punto sobre capiteles bastante desfigurados.
Otra vista de la cabecera de la iglesia alta
Muy innovadora puede considerarse la solución adoptada en los soportes de los tres arcos triunfales de acceso a la cabecera, compuestos por haces de cuatro columnas en disposición cruciforme, un recurso que, como señala Antonio García Omedes, permite crear una sensación de elegancia y ligereza "frente a la abrumadora sensación de opresión que transmite la roca viva sobre el templo"
En la actualidad el acceso a la iglesia superior se realiza desde el Panteón de Nobles, aunque existe otro vano de formulación mozárabe que comunica la iglesia con el claustro, una puerta que, según muchos especialistas, podía haber sido trasladada desde la iglesia inferior.
Muro de los pies de la iglesia superior
El muro de los pies, sin embargo, fue reinterpretado en una reforma tardía, siendo abiertos tres ventanales altos flanqueando uno central original que bien pudiera ser un primitivo acceso al templo dispuesto sobre dependencias monacales a nivel inferior hoy desaparecidas.
Panteón de Nobles
La iglesia superior del cenobio pinatense queda flanqueada a un lado por el inigualable claustro en el que a continuación nos detendremos, mientras que al costado opuesto se disponen tanto las antiguas dependencias monacales habilitadas hoy como museo, como la zona de enterramientos, hoy distorsionada por la adición en tiempos de Carlos III de un moderno Panteón Real.
A la misma entrada del monasterio encontramos una pequeña antesala abovedada desde la que parten dos escaleras: una descendente que nos conduciría a la iglesia baja a través de la llamada Sala del Concilio; y una en ascenso que desemboca directamente en el llamado Panteón de Nobles. Esta escalera, perfectamente documentada gracias a una lápida alusiva a su construcción, dataría del año 1301, siendo mandada habilitar por el Abad Pedro de Setzera.
El Panteón de Nobles propiamente dicho no es más que un pequeño espacio al descubierto habilitado entre la iglesia, las celdas monacales convertidas hoy en museo, y el moderno panteón neoclásico, el cual, fue acomodado sobre el muro en el que se disponen los enterramientos.
Panteón de los Nobles
Las tumbas, empotradas literalmente en el muro, se suceden bajo una cenefa ajedrezada divididas en dos registros: doce en el superior y diez en el inferior. Los veintidós enterramientos que suman en total presentan la misma disposición, quedando individualizadas mediante arcos de medio punto de roscas ajedrezadas o perladas que inscriben, a modo de pequeños tímpanos, distintos motivos decorativos.
Grifo de fina escultura en un clípeo
Entre el repertorio ornamental desplegado en los frentes de los nichos encontramos distintas variedades de cruces, crismones trinitarios, una rueda, blasones nobiliarios, formulas vegetales e incluso escenografías figurativas, destacando un grifo dentro de un clípeo, un jinete, o una representación del alma del difunto siendo elevada por ángeles.
Tumba con la representación del alma transportada por dos ángeles. Panteón de los nobles
Además de las tumbas, son también numerosas las laudas funerarias alusivas a diferentes personajes relevantes que encontramos a lo largo y ancho de todo el espacio, tanto en el mismo lienzo sobre los propios nichos como, incluso, aprovechando el exterior del muro del evangelio de la iglesia superior.
Entre el Panteón de Nobles y la propia peña bajo la cual se asientan las distintas dependencias monásticas, se situaba el Panteón Real original en el que reposaban los restos de los reyes de Aragón. Sin embargo, en el siglo XVIII y por mandato del rey Carlos III, fue erigido el suntuoso panteón neoclásico que puede observarse en la actualidad, habiendo quedado el primitivo panteón altomedieval parcialmente oculto, pudiendo, aún así, observarse entre la peña y el muro algunas tumbas antropomórficas.
Claustro
Al costado opuesto del Panteón de Nobles, frente al muro de la epístola de la iglesia superior, fue habilitado el claustro: sin duda, es el más relevante de cuantos restos se han conservado del primitivo Monasterio de San Juan de la Peña tanto por su propio valor artístico, como por su genuina apariencia que lo convierten, por méritos propios, en una pieza única.
Arco de herradura de acceso al claustro
Desde la iglesia se accede al espacio claustral a través del arco de herradura anteriormente aludido y que, para la mayoría de especialistas, se trataría del acceso primitivo de la iglesia baja que, en algún momento, sería trasladado al templo superior. Llama la atención este arco por la inscripción en caracteres mozárabes que recorre toda su rosca y en la que se puede leer: "Por esta puerta se abre el camino de los cielos a los fieles + que unan la fe con el cumplimiento de los mandamientos de Dios"
Junto a la iglesia y asomando al claustro, se encuentra la Capilla de San Victorián, preciosa construcción añadida en tiempos del gótico para albergar los enterramientos de diferentes abades pinatenses. Al lado opuesto, accesible a través de una modesta portada neoclásica, abre la segunda de las capillas claustrales, dedicada a San Voto.
Parece evidente, a juzgar por los cimientos y por las huellas aún patentes en la iglesia que, en primera instancia, el claustro quedaba protegido al exterior mediante un muro hoy desaparecido. Cabe reseñar también la notable cantidad de laudas epigráficas empotradas sobre todo en el muro de la iglesia orientado al claustro, inscripciones que solemos encontrar en la mayoría de claustros monacales dedicadas a miembros de la comunidad tras su fallecimiento.
Claustro de San Juan de la Peña
En la actualidad, el claustro conserva prácticamente íntegros los lienzos Norte y Oeste, habiendo desaparecido las pandas oriental y meridional: es decir, la contigua al muro de la iglesia y la más próxima al peñón rocoso.
Capitel del claustro de dudosa iconografía
Otra de las razones que hacen del claustro pinatense un monumento sobresaliente es el hecho de que en sus capiteles trabajó, durante la segunda mitad del siglo XII, el celebérrimo Maestro de Agüero o de San Juan de la Peña, un artista anónimo cuya inconfundible maestría es perfectamente apreciable en diferentes edificios religiosos del norte de Aragón y de Navarra, siendo perfectamente reconocible, entre otros rasgos, por su personalísima manera de representar los ojos de los personajes: muy bulbosos y considerablemente desproporcionados.
La mayor parte de los capiteles claustrales pertenecen a l taller del llamado Maestro de Agüero o de San Juan de la Peña
En cuanto al programa iconográfico de los capiteles se refiere, es de suponer que el claustro en su totalidad constituiría una verdadera y completísima Biblia pétrea, sin embargo, debido a la mencionada desaparición casi total de las pandas Sur y Este, hemos de conformarnos con las escenas labradas en los capiteles de los lienzos Norte y Oeste así como con algún capitel aislado y descontextualizado aparecido en los alrededores y recolocado de manera aparentemente aleatoria.
Creación de Adán
La lectura del conjunto comenzaría en el ángulo nordeste del claustro, donde fue representado el Ciclo del Génesis, siendo reconocibles las escenas de la Creación de Adán y Eva; el Pecado Original, su consiguiente Expulsión del Paraíso por sucumbir a las tentaciones del demonio y, por último y como consecuencia de su pecado, la obligación de trabajar la tierra por parte de los primeros padres.
Adán tras cometer el Pecado Original
A continuación, a partir del tercer capitel de la panda norte, comenzaría el Ciclo de la Infancia de Cristo, apareciendo en primer lugar y sobre un único capitel los pasajes de la Anunciación, la Visitación y el Anuncio a los pastores. Tras él, y en lo que constituye un error en la sucesión temporal de la narración, quizás cometido durante la restauración, aparecen dos capiteles con las escenas de la Huida a Egipto y el Sueño de José por un lado, y los Magos ante Herodes junto con la Matanza de los Inocentes por otro.
Tras ellos, después de un confuso capitel que se ha venido interpretando como un pasaje del Bautista descontextualizado, volvemos a recuperar el Ciclo de la Infancia con escenas alusivas a los Magos: apareciendo primero sobre sus cabalgaduras camino de Belén, y a continuación adorando al Niño (Epifanía). Los dos últimos capiteles de la panda norte desaparecieron y fueron sustituidos por dos lisos de hechura contemporánea.
Los capiteles del lienzo occidental, es decir, del más alejado de la iglesia, disponen escenas alusivas al Ciclo de la Vida Pública de Cristo, comenzando por el episodio de las Tentaciones de Cristo en el desierto primero, la Pesca Milagrosa a continuación, así como una magnífica representación de las Bodas de Canaá.
Tras ellos, aparece una escena de difícil interpretación que bien podría representar el pasaje de la Magdalena suplicando de rodillas a Cristo la curación de su hermano Lázaro, ya que en el siguiente capitel si que resulta perfectamente reconocible el tema de la Resurrección del de Betania.
Resurrección de Lázaro
Alcanzando una calidad plástica prácticamente insuperable, la narración prosigue con los capiteles de la Entrada triunfal de Jesús en Jerusalén y el de la Última Cena con el Lavatorio de los pies, rematándose el ciclo con el pasaje de la Traición de Judas.
Entrada triunfal de Jesús en Jerusalén
El resto de capiteles, excepción hecha de un magnífico Bautismo de Cristo muy deteriorado reubicado en la panda sur del claustro, ya no son atribuibles a la mano del Maestro de San Juan de la Peña, siendo de destacar pese a todo una magnífica representación de Cristo en Majestad dispuesto en el sector suroriental del conjunto.
Capiteles no atribuibles al Maestro de Aguero
El Museo
Capiteles con leones en el museo
Diferentes capiteles aislados aparecidos en diversas restauraciones o campañas de excavaciones han sido depositados en el modesto museo de San Juan de la Peña, habilitado tanto en la zona de las celdas de los monjes junto a la iglesia superior, como en lo que sería la zona de cocinas del cenobio, donde también puede admirarse el horno original del monasterio viejo.
En el pequeño museo habilitado en San Juan de la Peña hay numerosas e interesantes piezas escultóricas
El Monasterio Nuevo
Situado unos cientos de metros más arriba del viejo monasterio de San Juan de la Peña, concretamente en la llamada Pradera de San Indalecio; el conocido como Monasterio Nuevo de San Juan de la Peña fue erigido entre la última década del siglo XVII y la primera del XVIII como consecuencia de un incendio, perfectamente documenatdo, que asoló y dejó inhabitable el viejo cenobio pinatense.
Fachada barroca de la iglesia del monasterio nuevo
Consagrado en el año 1705, el Monasterio nuevo construido en ladrillo responde a los cánones propios del barroco, siendo de destacar la fachada principal de la iglesia, la cual queda enmarcada entre dos torres campanario angulares y abierta a través de tres portadas ornamentales coronadas respectivamente por las efigies pétreas de San Benito, San Indalecio y San Benito.
Fachada de la iglesia del Monasterio Nuevo
Tanto la iglesia como todos los equipamientos monacales anejos quedaron en el más absoluto abandono tras la Desamortización de Mendizabal, quedando parcialmente arruinado.
Monasterio Nuevo
Entrado ya el siglo XXI, fue sometido a una profunda restauración, siendo habilitado en su interior una hospedería y un centro de interpretación que introduce al visitante en la historia del monasterio y, por consiguiente, en la historia del Reino de Aragón.
(Autor del texto del artículo/colaborador de ARTEGUIAS:
José Manuel Tomé)

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